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El conflicto armado ha impactado profundamente por muchos años en la vida de numerosas familias en Colombia, obligando a miles de personas a salir de sus territorios a causa del desplazamiento forzado, asesinato de personas que ejercen liderazgo, o por las constantes amenazas que se dan al vivir en un territorio donde el despojo de la tierra y las economías ilegales se han normalizado.  

El sobrevivir en medio de constantes enfrentamientos armados,  en el municipio de Balboa (Cauca),  y sus alrededores genera un ambiente de valentía entre quienes lo experimentan, pero también implica miedo, e incertidumbre en la comunidad, asegura Isauro Andrés Solarte, participante del emprendimiento rural. 

 

A pesar de las limitadas oportunidades para reemplazar las economías ilícitas por alternativas legales en la región, los habitantes persisten en su esfuerzo diario por encontrar caminos que les permitan edificar su futuro en estos territorios. Esta búsqueda se ve motivada por el anhelo de superar la constante preocupación que supone vivir en el corazón del conflicto. Es en este contexto que la llegada del programa Desarrollo ALGO Nuevo al corregimiento de La Planada, se convirtió en un rayo de esperanza para la comunidad. Las familias acogieron con entusiasmo la oportunidad de participar en este programa, que comenzó con la creación de un grupo de 26 personas decididas a dominar la piscicultura. "Es una forma de demostrarnos a nosotros mismos que sí es posible contribuir a la construcción de una paz duradera", afirma Jonathan Zuñiga, líder del emprendimiento rural. Con determinación y un firme deseo de avanzar, están logrando convertir escenarios de violencia y conflicto en genuinas oportunidades de vida y desarrollo.

 

En 2022, este grupo de participantes iniciaron una ruta de retos y sueños, y le dieron paso a nuevos aprendizajes, permitiendo que 7 mujeres y 19 hombres de la vereda La Laguna, lograran llegar a acuerdos para trabajar en grupo con la línea de formación Emprendedor en Especies Dulces Acuícolas, y así sanar las múltiples violencias padecidas bajo el conflicto armado, aunque inicialmente no fue fácil ir a un mismo ritmo, le apostaron a la vida y al proceso para construir caminos libres de violencia. El conformar un grupo heterogéneo, permitió la existencia de una dinámica grupal  participativa y de apoyo, pues uno de los mayores retos fue el componente empresarial, ya que su enfoque giraba en lo productivo- aprender haciendo y por ello el liderazgo de Jhonathan y de Camilo Solarte, ha sido muy importante e indispensable para lograr todo lo que hoy día tienen.

 

"Al principio, nuestra participación como mujeres fue algo reservada, ya que enfrentábamos un terreno desconocido sin experiencias previas ni capacitaciones", comparte Benilda Quitumbo, una de las valientes integrantes de este emprendimiento rural. Su deseo de aprender y alcanzar la independencia económica la motivó a dar el paso y motivar a sus familias ante el desafío que emprendían juntos. Adaptarse a horarios fijos para la formación y el trabajo presentó dificultades para quienes dependían de ingresos diarios y de la producción de sus fincas. Esto resultó en que, tres meses después de comenzar, solo 16 personas permanecieran, comprometidas a dar lo mejor de sí y a encontrar el lugar ideal donde hacer realidad su proyecto.


 

Isauro Solarte destaca la fortuna de disponer de un terreno idóneo para sus estanques. Este espacio, cedido en préstamo, ha sido el catalizador para que él y su grupo lleven a cabo su visión. La disponibilidad de este lugar ha simplificado su colaboración y trabajo conjunto, fortaleciendo aún más los vínculos familiares y de amistad que ya compartían. La idea de emprender en la piscicultura de trucha tomó forma tras un cuidadoso análisis del terreno, el clima, la disponibilidad de agua y el anhelo común de mejorar su calidad de vida. Durante este proceso, enfrentaron desafíos internos, incluyendo el temor a emprender, dudas sobre sus propias habilidades, y el escepticismo externo, resumido en advertencias de "no pierdan el tiempo". Sin embargo, al equiparse con las herramientas adecuadas y al descubrir su verdadero potencial, lograron establecer dos estanques de concreto, marcando así sus primeros pasos firmes en el ámbito de la piscicultura. 

 

Una de las pruebas más arduas que enfrentaron surgió en agosto de 2021, cuando, de 2.000 alevinos, apenas sobrevivieron 500. La pérdida, resultado de una "mala práctica", los confrontó con el temor al fracaso y la incertidumbre de no saber si sus esfuerzos eran correctos o si alcanzarían sus metas. "Esa fue la primera vez que sentimos  desmotivación", recuerda Jonathan. Sin embargo, su resiliencia los impulsó a tejer una red de apoyo, integrando a sus familias en el proyecto. A pesar de las dificultades, afirman que el amor y la perseverancia de sus seres queridos siguen siendo su mayor fuente de motivación para continuar adelante.

 

Hoy, Piscícola La Laguna se enorgullece de poseer 2 lagos de construcción propia y 4 artesanales, materializando así lo que comenzó como un mero sueño. Del grupo inicial de 16, 13 continúan en este proyecto, incluyendo dos mujeres valientes, Benilda Quitumbo y Martha Zenaida Solarte, junto a 11 hombres : Jonathan Zúñiga, Isauro Andrés Solarte, Isauro Solarte, Ever Enrique Ortega, Didier Ortega, Miller Ortega, Elkin Andrés Bedoya, Miller Andrés Solarte y Camilo Solarte. Son almas que han invertido su vida y pasión en un emprendimiento lleno de oportunidades, transformación y desarrollo rural, destacándose por la diversidad de servicios que ofrecen. 

 

Piscícola La Laguna se destacó como uno de los grupos ganadores en una convocatoria de Mercy Corps, logrando obtener materiales de construcción con los cuales crearon un estanque para almacenar vinaza. Además, recibieron equipamiento y materia prima (alevinos), permitiéndoles cultivar actualmente unas 6.000 truchas. Estas truchas se han ganado un lugar en los menús de los restaurantes locales, se han presentado en ferias campesinas y se venden directamente gracias al enfoque turístico que han implementado en su emprendimiento. Ofrecen la experiencia única de pescar en un entorno natural, complementada con un espacio acondicionado como restaurante donde los visitantes pueden degustar la trucha preparada in situ. Para aquellos que prefieren llevarla, disponen de empaque al vacío, asegurando un producto fresco y de alta calidad. Este grupo valora la importancia de ofrecer a las comunidades locales y rurales acceso a proteínas alternativas, subrayando el compromiso con las buenas prácticas de manipulación y el derecho al consumo de alimentos nutritivos.

 

La mayor recompensa para ellos ha sido el reconocimiento obtenido y convertirse en una fuente de inspiración para muchas personas que dudaban de su potencial. Aspiran a producir 400 kilos de trucha mensualmente, marcando un notable incremento desde los 250 kilos que venden actualmente cada mes. Además, tienen la mira puesta en expandir su mercado a otros municipios como Argelia y Patía, y establecer una presencia más regular en la cabecera municipal de Balboa. La demanda en su zona es tan alta que actualmente no logran distribuir su producto en su propio municipio como desearían.

Camilo, uno de los miembros más jóvenes del equipo, destaca el impacto transformador de Mercy Corps: “Nos brindaron la capacitación y el apoyo necesario para cambiar, transformar y potenciar nuestra economía, dejando a nuestras generaciones futuras el legado de que es posible prosperar mediante el trabajo honesto. Esto no solo impulsa nuestra economía, sino que también asegura el suministro de pescado en nuestra comunidad”.


 

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